Sombra rocinante, trepidante... es la ciudad un horizonte, pletórico como Creonte, sagaz como Dante, tan fugaz como flagrante...
Pictórica y naciente, adornada con lamentos;
Visceral y sonriente... herida de pavores y rebosante de resentimiento.
Impertérrita y ultrajada; sucumbe y asiente lo azaroso...
Suben los sueños, sus peldaños y animan su escalada...
Cretinos Ángeles maliciosos.
Ámame Buenos Aires... te extraño tanto por las noches...
La impronta que me dejaron tus calles...
No me hacen improbable...
alguien silba un tango entre tus piernas...
derramando por los barrios, tu parangón y tu esencia.
Me duele la existencia de tu mirada ambivalente.
Jurame que sos la misma y no has cambiado tus vestiduras...
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