4.7.08

Invocación al vértigo. (Epístola que contempla un hermoso porvenir)



Arrebatado de la muerte.


Estaba sangrante, agonizaba y pedía, casi balbuceando, por alguien que nunca supo descifrar; estaba llegando a su fin; la aventura era ahora, una amarga desventura, una odisea sin retorno, el ciclo de la paz perpetua, el imaginario inconmensurable.
Apenas nació, sintió esas profundas ganas de respirar, que hacen la existencia más placentera, más dulce, pues trae aparejada la historia en sus comienzos.
No pedía nada, sólo fiebre; fiebre elevadísima, esa que ni el agua helada e hiperhúmeda de los olimpos, logra apagar; jamás vislumbró más que su amartelamiento con la vida, viajaba a través de la línea de tiempo con tal de llegar a destino. Y se manchó con naturaleza su existencia.
Plural. Más enfermo por vivir, que la propia fecundación; atrapaba imágenes en su ventana, sufría porque, en el fondo, sabía que el gran final llegaría.
El destello en su quimera trascendía inmaculaciones, que engendraría con el devenir; entre fructífera apoteosis, se lanzaba a emerger; pues pronto, muy pronto tomaría sus propias decisiones. La desesperante elucubración le brindaba, a veces, espacios para recurrir, al caer la mañana sobre su ventana.
Jugaba a la locura mientras la lluvia bañaba sus tibiezas; no aguantó seguir sangrando e intentó marcharse bien cerca; tomó una bala y la disparó hacia la eternidad; a partir de ese momento, la vida transcurriría a través del camino que esa ráfaga de hastío recorriera.
Estaba al acecho, la inminente trivialidad del yo; podría atravesar extensiones, montado en un corsario celeste, quizás arremolinar desórdenes, por el simple hecho de enmendar sus inquietudes, pero no acabaría más que intentando vivir por no lastimar. Y, sin embargo, sublimaba las ciudadelas que su ser recorría, las recreaba con villancicos que silbaba por lo bajo; ya vislumbraba el ensueño, no habría grises de ausencia, comenzaba a transitar la vida... el reloj viajaba sin agujas, y a velocidad neurótica.
El proyectil buscaba el reencuentro; al viajar lo recordaba con nostalgia; se extrañaban y era inexorable el cruce. Se marcharon a buscarse por las galaxias intermundanas... pero no había certezas de que fueran a verse las caras nuevamente.

El sueño descolorido(pronunciamiento en aras de la felicidad).

Y la bala se perdió detrás de la línea que precede al éter; menguaron la fe del viajero y la dicha de la pólvora errando por doquier. Se sacudían con el paso de los diluvios, andaban por andar andando- entre rarezas y prisiones mancilladas- a lo largo y ancho de la mente universal. Se sentían imprescindibles para la subsistencia, como si la sangre de uno, recorriera los conductos venales de la arteria que el otro atravesaba a paso lento; deambulaban con los pruritos a cuestas: por un lado, la vehemencia de un perdigón que decoraba astros y tempestades, con el acervo de un hombre hipocondríaco y pletórico de luz; por el otro, las vivencias de una bala, sepiadas en el arte de un alma que expresaba su historia en hojas blancas, pero rebosantes de colores.
Se imploraban al tocar la puerta de un nuevo mundo, deseaban concretar la reunión; entre adversidades y fuegos que quemaban tibio, comenzaron a entender que se encontraban vivos, con mucho aire que respirar, como rompiendo la quietud de las olas, como llorando felicidad que no conocían. En las calles, todos capitulaban ante el ocaso y mientras el sol se hiciera presente, el dúo se inmolaría por conocer las cosas más elementales del vivir; sabían que detrás de cualquier montaña, y al pegar la curva de la existencia, podían encontrarse con lo que tanto anhelaban: las concreciones de sus apocados sueños.
Costó demasiado que ambos sintieran, simultáneamente, el empujón hacia el conocimiento; necesitaban conjugar lo abstracto con cada paso que daban, la ruta podía llegar a poblarse de vicisitudes, pero era el paso hacia el renacimiento, y la catarsis tendría que hacer su papel.
En su paleta se hallaban todos los colores; podía ofrecer algún sueño desteñido y, aunque lo hacía de corazón, corría el riesgo de no ser correspondido.
Aunque fuese un fracaso, las consecuencias no serían nocivas, pues de eso se trataba su objetivo: vivir las adversidades de la gente envuelta en infinitas mareas.
Se lanzó a la vida, procurando hallar ese suspiro que disparó al aire... y entonces la vida se presentó ante él.

El camino(toda vida es un devenir).

La suerte estaba echada; a su lado yacían ya, y sin sentido, las oscuridades en manos del sol. Resultaba elocuente la escena: miles de nadies rodeándolo con ferocidad y sandez, como implorando matar la genealogía. Necesitaba de la compañía ¿ pero donde hallarla?.
Sin darse cuenta, se encontró en el primer cuarto de hora que resulta el acontecer profano; las imágenes, que se le presentaron como secuencias, eran siderales. Pero el vacío comenzaba a emerger, y no quería llegar al desenlace sin conocer el umbral.
-¿Estás esperando qué?. La dulce voz provocó sorpresa.
- No, no espero nada, es sólo que... bah no lo entenderías. Procuró evadir la interpelación, con una jugada maestra: la negación de su esfera.
No era normal, en sus cánones, lo que el momento estaba representando, parecía insano creer que así ocurría; no era para menos, en sus escasos momentos de felicidad, solo una persona le había provocado tales imaginaciones.
Se sintió excluido, pero inminente; como si una ráfaga le cambiara el rumbo... como si el corazón se entrecortara al verla. Fue en ese momento, cuando recordó su objetivo, que comprendió lo sensorial de otro modo. Ya nada lo vulneraba, resonaban muy fuerte en su alma, las cantatas del desierto que comenzaba a recorrer; y la mujer de extraño pelo y armónica voz, ya había hurtado un espacio en su mente.

Recintos implacables, donde caen los mundos en desgracia.

Se le había vuelto fácil el dolor; podía convivir con lo inimaginable, estaba suspendido en medio de un poblao, al que pocos sabían acceder. Se desnudaba en fervores implacables, como decidido a revivir momentos, segundos de su vida muerta en plena resurrección... el sentir humano, en su más pura expresión. ¿Y como no reír hasta flotar?. Si habían pasado millones de instantes sin padecer la risa enfermante, el ocaso bajo la piel, la desnudez de la campiña frente a sus ojos.
Caminó hasta la renquera, como si jamás hubiese probado tan delicioso tentempié. A su lado, innumerables cardúmenes de peces cósmicos- el desayuno en sus jugos gástricos, abatíale la mente- que representaban el rencor por una sonrisa que le había sido negada.
Y pensó en la mujer que años atrás le había preguntado con curiosidad, qué era lo que esperaba; entonces se le vino a la cabeza, en ese momento muy reflexiva, la descripción y el deseo perfecto.
- No temas mi doncella, no intentes escapar de mí; te encontraré en las profundidades del alba en cruz... y no habrá solemnidad que te apague, pues no quisiera que de mi camino te fueras.
Y prosiguió.
-¿ porqué será que los astros no aparecieron en mi cielo al verte frente a mí? ¿ Que escondes en la gran ciudad de tus ojos?. No quiero desesperar por soñarte, aunque me es sumamente necesario y grácil.
Ya habían pasado varias noches en sus sueños; pasaba el tiempo como ráfagas de almizcle. Su ambivalencia le representaba la inquietud de sentirse mejor. Pero¿ porqué tan extraña esa sensación? ¿ Qué lo llevaba a extrañar viejos anhelos?. No era el momento, tampoco el lugar, ya llegaría, muy pronto, la hora de la nada y el silencio.
El mundo comenzaba a verse demasiado alegre, no había lugar para celebraciones y confituras. La llama resultaba tediosa ya; sus ojos contemplaban el firmamento buscando una saeta de plomo que debía incrustarse en su substancia.

En colores(la resultante de toda vida siniestra).

Y se quedó un breve periodo. Su inquebrantable porvenir se veía invadido por una brisa que pretendía acabar extinguiéndolo. A veces se abría heridas en forma considerable, otras se maniataba por no volver a nacer, pero... ¿qué era lo que estaba atravesándolo, y como podría sobrellevarlo?.
Buscó y volvió a buscar la búsqueda incesante, el terror ambiguo de no desear lastimar a nadie y, sin embargo, todo aparecía en blanco y negro, como si le hubieran robado los matices.
Recordaba, con frecuencia, la dulzura de aquella voz lejana; suponía que, a la vez, ella también estaría recordándolo, y se entristeció por no poder concretar ese amor deseoso de concretarse.
Luego de errar por el horizonte, que contemplaba sin ton ni son, reemprendió el encuentro que, hasta ahí, se le venia negando; la bala, mientras tanto, se adormecía en cielos apagados, como si el canto del ruiseñor la meciera en sueños al ritmo de algún tedéum épico.
¡Cuánto era el sufrimiento!. En el fondo sabía que resignaba mucho por el deseo, por cierto cada vez más cobarde para él, de morirse; ya no era muy soñador, sus sueños habían sido despojados de su camino, y era una situación muy particular, verse en ese estado.

Donde los sueños se permiten un letargo.

Se permitió un respiro, y todo empezó a bajar su nivel de exaltación, ya se habían perdido en algún sendero plateado, las noches de mortaja y violín. El terror lo azotaba con apatía, ya habían transcurrido sempiternos millones de segundos; el agua no trascendía el cauce del río, y la lluvia despertaba singularidades en su responso.
Lloraba con dolor, sin miramientos. Sus manos cansadas le enseñaban el camino, la desolación permanente, la desidia de ser solo él... solo su camino.
Dejo el sufrimiento para otra ocasión, debería recuperar los sueños, pues estaban malheridos, afiebrados, con la llaga sangrante. No podría hacer más que volar y encontrar esa bala, pero nada sabría de sus sueños. ¿Y cómo dejarlos titubeantes, en medio del azar?.
Pronunciaba versos en medio de su locura incesante, lo hacia como para inventar nuevos sueños.
_ Llévenme, tomen mi sed y transfórmenla en mar; que brote vida en sus vientres azules, nada quedará en pie, necesito dormir y despertarme una mañana rodeado de silencios misteriosos.
Y vibrarán las paredes, las llamas y la naturaleza; todo caerá a sus pies cuando llegue el estío a mi insalubre mente inhóspita.
Que belleza rebalsaban sus pronunciaciones, cuanta elocuencia y pasión, a la hora de resurgir su más elemental sujeto. Y era en el bosque, donde daría forma a su nueva vida, pues sentía su cuerpo como un enorme rizoma, dando a luz en el bosque; fecundando ilusiones que irían tomando color cuando llegara el ocaso.
Allí reposaban sus incertidumbres, y muy pronto debería partir para siempre.
Dejó sus viejos bagajes en la inmensidad de la arboleda, y se marchó a procrear renacimientos, ya vendría el instante del reencuentro.
Sus sueños esperarían por él, en alguna ciudad supraterrenal.

Un lugar, mil historias y un ser alado que espera por alguien.

Como un féretro sin cuerpo, iba buscando su objetivo; la bala ya había viajado a través del cielo, solo faltaba el segundo fatal, pero no se concretaba el ansiado encuentro. A veces parecía que jamas ocurriría, otras se sentían cerca del otro, muy cerca.
Pero algo se interpuso en la ruta.
_ ¡Cuantas casualidades!. La voz tierna arrulló su momentánea calma.
_ No entiendo ¿es que siempre debes atravesarte en mi presente?. Respondió con soltura.
_ ¡Ja! Sabia que tarde o temprano volveríamos a cruzarnos ¿entonces no te alegra?. Ella sintió que no había comunicación posible, y aunque lo había buscado durante siglos, no creyó que el encuentro fuese tan frívolo.
_ No es que vaya a lastimarte, es solo que... no sé, ya lo comprenderás. A pesar de verla infinita y maravillosa, el no quería demostrar sus ganas de morir, no obstante, continuo.
_ Necesito otra luz, algo menos doloroso, a ver... implacable!!! Sí, eso. La palabra es, implacable. Por fin había hablado con sinceridad, y resultaba extraño ese detalle, aunque deseó por mucho tiempo ese momento.
_ De veras estás loco, jaja!. No te ofendas, es que provocas mucha alegría a mi triste vida. Ella hablaba sola, pues él estaba en Babilonia y soñando.
_ No, yo no puedo provocar alegría a nadie, creo que exageras tus comentarios, deberías hacer un juicio más profundo de las cosas. De cualquier modo, no vuelvas a repetírmelo, te pido por favor. Él se sentía asustado. ¿Porqué sentía livianos los pies, que extraño viento soplaba tan intensamente en su interior?. Quería descartar por completo, el disparate del amor, el cual estaba dormido hasta aquí, enterrado en alguna vieja historia que no volvería a repetir, pero algo le inquietaba el espíritu, como si una brisa lo acariciara, desde ese momento solo quiso besar el cielo, nada tenía tanta ternura como ese segundo de primavera en el hielo.
La contemplaba desde que sus miradas se fundieron en abril, él la había extrañado más que a su propio destino, y se encontraba dudando, reflexivo, con una mezcla rara de muerte y ganas de vivir abrazándola. Habían transcurrido mil años, pasado millones de lugares y alguien estaba frente a él.

Siempre alrededor de tu caudal(augurios dirigidos al amor como manifestación de lo que vendrá).

Su sombra parecía un lago infectado de sequedad; de pronto había desaparecido la humedad, otra era la etapa, se disfrutaban con solo verse.
El se dirigía a ella con atisbos simples, sin máscaras, el instante veíase decorado de incipientes modalidades. Las madrugadas con aroma a invierno proveían de indulgencia y almíbar. El sereno profundo que su beso imaginario representaba.
La magia de sus manos tenía otro aspecto, parecía perenne, vital para cada suspiro que se consagraban el uno al otro.
Y se animaron a relucir, sin límites, las inherentes cascadas que estallaban de ambos. Podrían temerle a la distancia, mas nunca olvidarían lo que aquella inmortal noche, que se prolongó por años, dibujaría en sus semblantes fulgurosos.
Se inmortalizaron con destreza, sin dolor que padecer, con vientres trémulos de sibaritismo; eran sus labios una interminable fiesta, y el rocío rebalsando de sus ojos, predicaba lo imaginable. Pero... ¿ llegaría el final?.
Ella era una fantasmagoría. Él... una conclusión inconclusa, sin más que una ciudad trazada en forma apócrifa.
Quería quedarse para in eternum, pero a pesar de los deseos personales, sabía que alguien esperaba por su alma en alguna luna imperturbable y argéntea.
Dejó en su mente una poesía muy aciaga, pero tierna a la vez; la que él mismo había disparado, vaya paradoja, en el centro de su existencia.
_ Y aquí me hallo, pequeña. Quizás no vayas a comprender las causas, y es que no pretendo tampoco justificarme. Es solo el dolor; la llave que no abre, víctima de una conspiración celestial. Quisiera abrazarte, tomar tu respiración a cambio de mi tristeza, pero ni siquiera poseo mi propio aliento.
Estallaré a través de tu llanto nocturno; los astros se verán pequeños ante cada recuerdo que evoque nuestra hermosa historia.
Recuérdame, estaré viajando a través de tu cosmopolita primavera. Llevas en ti, lo que no esperaba que llegue. Y se me hará difícil morir, si sé que estás viva.
Sobre tu piel ya no podré estar, aunque me cuesta asumirlo.
Pero cuando la sed se apodere de mi camino... rondaré el caudal de tu agua dulce.
No consiguió mirarla a los ojos, y se marcho sin rumbo preciso.

Lejos de casa, bien cerca de la vida misma.

Recostado sobre un respaldo de sepiadas vituperaciones, pues las había padecido desde su llegada y no estaba en condiciones de soportarlo, se detuvo a reflexionar acerca de aquel objeto mortífero que habría de acabar con su prosapia.
Y comenzó a sentir temor, se desesperó en forma permanente y paulatina. ¿ Que ocurría con él?¿ Adónde estaba el fantasma que lo llevaba a cavilar excentricidades?.
Se cansó. Dejó atrás toda realidad terrenal y emprendió la ruta hacia el encuentro.
A lo lejos se reflejaban los infiernos finitos, esos que supo afrontar con ahínco y lealtad. Ya no era él mismo, no cabía posibilidad de seguir mintiéndose, nada lograría de esa forma.
Mientras tanto, y en pleno vuelo de libertad, la bala lo vislumbraba y se preparaba a tomar la recta final de la travesía. Quizás podría haber vivido un período más, pero se encontraba desestabilizado, necesitaba la libertad que gozaba su verdugo proyectil.
Y corrió a través de los silencios, su única compañía fueron sus vivencias.
Su ánima le mostraba el futuro cercano, su marcha era cada vez más lenta; terminó arrastrándose.
Llovía desde sus ojos, el lamento de sentirse un mortal; ya era tarde. Si tal vez hubiera encontrado esa sensación antes...
No lograría contemplar el fruto de su creación; y pensar, que sus semillas ya habían germinado sus primeras raíces. No quiso mirar su propia impronta, era doloroso el último instante y no existía panacea posible.
Atrás quedaba la vieja posada.
En el horizonte, cada vez más cercano, se dejaba ver el hospicio que habitaría de ahora en adelante.
Algunos miles de años luz antes del encuentro, se miró frente al espejo. Comprendió que la soledad lo borraba de allí. Y lo único que pudo hacer fue extrañar lo que la derrota le había usurpado.
La estocada final. Su llanto era el de un hombre y estaba bien que así lo hiciera.
Pensó para sí mismo, “vos igual que ayer, igualmente vos”.

El alma universal: migración de totalidades hacia el cosmos.

Su vida cambiando para siempre. Qué liviano era todo ahora, conversaba consigo acerca de su amistad con la resurrección.
Mientras se acortaba el camino, que lo depositaría frente a las puertas de un nuevo ser, comenzó a oír la voz lejana que iba avisando al porvenir su pronta llegada.
Y pensar, que jamás se observó tan festivo. El paisaje, cuya textura se dejaba ver aisladamente, tomaba un matiz multicolor donde se destacaba la presencia de aquellos sueños que nunca creyó poder recuperar.
Sus sueños esperaban ansiosos el reencuentro; y la luna silbaba tonos cadenciosos, sublimes. La ceremonia avistaba temblores a lo lejos. Él, hombre despojado y con asombroso ímpetu, volvía a ser adolescente.
Sentía las locas ganas de correr la vida de pies a cabeza, a lo largo y a lo ancho, por todos los frentes.
Y la niñez se hizo presente, la melancolía ya formaba parte de los secretos de la vida que estaba por dejar. Miradas, gritos, luces, lo invisible en estado elemental; su tumba ¿llevaría su nombre, o su carne impávida buscando la esencia mundana?.
Ya tenía claro que encontrarse en el umbral, no tenía relación con la vida, pues reivindicaba la vida a partir del viaje a hacia el cosmos.
Iluso, taciturno, frágil, agonizante, anónimo; eran muchos los apelativos que a él hacían referencia, pero no podrían considerarlo jamás un cobarde, y a pesar de haber oído muchas veces el término, no detendría su peregrinación hacia la plenitud.
Junto a él, sus póstumos escritos; solo debía girar la llave y aguardar a la muerte de pie, hecho añicos o absolutamente entero.
Sintió una caricia en el alma. El ocaso daba sus primeras bocanadas de aire; en la hoja de papel quedaban retratados, en todos los colores, los irrepetibles instantes de dicha. Eran simples mamarrachos, colores conjugados en un arcoiris metafísico.
La bala atravesó su muerte, justo cuando estaba abrazado con todas sus fuerzas a la vida que lo contemplaría viajando a través de un reloj sin agujas.
Comprendió que estaba viajando, cuando vio el orificio provocado por el proyectil. Pero su cabeza estaba intacta. La bala en tiro vertical, lo condujo hacia el cielo.
Solo le faltaba comprobar eso: los hombres van desde la tierra hacia el alba, como una totalidad que se expande por todas las constelaciones, no tiene sentido vivir en la tierra sino morir en el remanso de la vida misma... el cielo.

1 comentario:

bárbara dijo...

ya los leeré todos,
algun dia,
lo sabrás.


no son tan magistrales las cosas que subo!

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo...

ALLEN GINSBERG "AULLIDO"