
Levantándome de la siesta lúdica, hallando incertidumbre en rincones maléficos... sangre, dolor y aliento; la gloria de los que han sido.
Descansando en cuerpos que no veo, esperando voces que no oigo... ríos, valles y diluvios; la semilla del amor eterno.
Flotando en nubes atmosféricas, a prima facie huelo el recuerdo... canciones, fuego y artilugios; la pulsión de muerte del payaso enfermo.
Naciendo de un árbol solitario, desertando por siempre de la estrella... rimas, vocablos y ensoñaciones; la profanación del instinto humano.
Crucificando mi yo en pensamientos, clamando que regrese el viento... ausencias, visiones y laberintos; la estela del grito apagado.
Dejo mis cenizas – vestigios de un hombre insano – a quien crea poder arrojarlas, al espacio interior de un ágape para estúpidos.
No habrá más pena que la misma pena...
Sujeto ardiendo en infinitas llamas a través del azur.
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