24.6.08

Dualidad amorosa... Historia perversa, de la perversión de una historia menguada



Apenas se vieron, sintieron esa atracción acéfala, inmejorable, la vasta oportunidad de abastecerse de ellos mismos, el secreto manifiesto secularizándose.
Ella tan diáfana y fresca, como un ciclópeo cielo celeste... la humedad y el ruido en el fondo del aquelarre. Su vida estaba evaporándose sin amor; parecía cercana al silencio perpetuo, su imaginación abordaba más que un simple claroscuro.
Sólo necesitaba el cálido abrazo, lumínico y abrasador, de algún amado; poco sentía, respecto al platónico deseo de absorber el manto de la pasión.
Él, siempre ígneo y terminante, como un comburente estado de ánimo... el mar de amarillo perenne y la fisonomía siempre en manos del sol. No sabia de cariño y mecenas, su solitaria existencia valía una invisible compañía; se echaba a correr por las campiñas sin dejar más que su rastro dibujado en cenizas nacientes. El amor ardía sin sentido en él.
Cuando la vida los hizo fundir, siempre surgió la magia del apagón y posterior embate desértico. Parecía que nada los iría a inmortalizar juntos, pero un día todo se mezcló en delgadas hojas de hiel, el instante del karma al que Lennon solía aludir... prefirieron el rito de no relamerse las vidas; eran sustancias almibaradas, un rejunte de ocios creativos y creadores, los mandalas danzaban a su alrededor como anunciando la llegada del pérsico aire sabatino.
No solían acudir a buscarse, pues el posible encuentro tiritaba con cada paso que los acercaba; ostensible admiración, crepitares vanos... nada ocurriría mejor, si llegaban a malabarear segundos en trance.
Odio y ternura en vísperas de ambos, resonaba la melodía de Janis Joplin en sus oídos, un carnaval epicúreo... cuando las calles aparecen en silencio, el mes de la nostalgia circunda la inmolación asesina.
Entre las naves interatmosféricas y el dolor de sentirse admirados por vientos, apareció la figura de la sazón llenándolos de encanto... una noche de imperiales excentricidades, el vestigio de recordar amores de bagatela. Él la extrañaba, ella sentía lo mismo, pero sabían bien que era difícil llegar a verse cara a cara.
A veces sucedía lo imprevisto, el encuentro utópico, el deterioro paulatino... la mirada cristalina de la artesana de su soledad, podía provocar en él intemperies dulzonas y boreales... una suerte de naciente renacentista; la piedad por la muerte ascendente, justo cuando nada lo atravesaba y el amor iba transformándose en un trago amargo y taciturno.
Se vieron miles de veces... quizás se divagaron más de lo que creían; ella lo resurgía con su esplendor e infinita espontaneidad, parecía que el cosmos lo invadía con cada parpadeo de la muchacha de los ojos llenos de pradera y bosque.
Y todo caía en un remanso de lúgubres luces... a menudo la esperaba, la contemplaba en cada constelación diurna, el mundo mas extraño, la noche in crescendo.
Se vieron las almas cuando menos lo esperaban; la delicia en las manos rebosantes de cerámica y arte que ella presentaba, fueron el trampolín hasta la esfera de lo que venia negándosele. Ella sólo bailaba... ella fue, desde aquella noche y para siempre, el deseo de sentirse pletórico e inerte, como si una inmensa dosis de luna lo hubiera maravillado... deseaba, como nunca lo había querido, colmar su vida de poesía y auras.
Y cayeron las lluvias, los céfiros y las excelsas ensoñaciones... ella se posaba en pétalos de miel y azucenas; él la observaba con devoción y desconcierto, parecía deslumbrado por el segundo que determinó su ceguera... la muchacha de los ojos infinitos en umbrales de estrellas y glamour.
Y se imaginó dormido en sus cabellos de eternidad, en el cauce de su frescura, en la posada de las musas inconclusas... ahora tenía un motivo para sentirse etéreo y flotando en su mirada.
El beso que los unió sabía a sahumerios, sus implacables y cálidos arrumacos los llevaron hasta el principio del universo romántico... sólo fueron un balbuceo, una cadencia que podría conmover hasta al más odioso ser, un soplo que, lentamente, iba situándose en la cima del alba.
Y comenzaron descubriéndose la esencia, conociendo el amor primero, el que no se olvida, el que conlleva el anhelo de nuevos sentimientos, el que llevó a hacer que se extrañen hasta desaparecer de la faz de lo desconocido.
El día después los encontró compartiendo sus cuerpos desnudos; habían quedado atrás, las innumerables secuencias reducidas a semillas de insomnio.
Era el nacimiento de esa historia jamás contada ni vivida, no había vestiduras, no había sentimiento más elocuente, sufrían de solo pensar en separarse... pero tuvieron que seguir sus vidas cotidianas.
El instante de la lejanía se hizo manifiesto, pero acudirían a buscarse. A cada segundo que pasaba, le agregaban un suspiro profundo y sosegado... ya no habría desazón y era el puntapié inicial para pensarse inseparables.
Él pintó sus labios con besos plateados, advertía que algo provenía de aquellos misteriosos ojos esmeralda... y por fin sintió la libertad fluyendo y decorando su mente con reminiscencias de la doncella ensoñada.
Y llegaron los momentos de padecer con deseo, su rostro cruzándose cada vez que pensaba en algo... era el santiamén donde la sonrisa se espigaba hasta llegar a la vereda de los ángeles.
Pero sin saber porqué, llegó la distancia para enturbiar el celestial lapso.
Ya no se verían sino a cuentagotas... nadie supo los motivos, pocos lo entendieron... ya no se veían, aunque se extrañaban... ya no se ven y, sin embargo, se duelen... la leyenda con aroma a felicidad que yace en cementerios de fantasía...
Agua y fuego procurando romper la cadena de la naturaleza y deshojando agostos lacerantes... el amor prohibido, la bifurcación de un mar en primaveras otoñales... sus pasos transformados en ramilletes de fulgor.
Nunca el agua podrá amar al fuego y viceversa... pero rememorarán la noche en que atravesaron las bóvedas celestes para no dejar de recordarse con ternura.

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Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo...

ALLEN GINSBERG "AULLIDO"