
Una pena que recorre miles de fisonomías. El tiempo ha llegado hasta aquí, y siguen queriendo desatormentándose, floreciendo como lo querrían sus almas.
Están presentes, lo saben, lo huelen, lo respiran con cada grito, con cada recuerdo.
Nunca más se sintieron iguales, todo terminó de un plumazo; y, sin embargo, siembran sin rencores, solo con voces.
Algún eco lejano les contagia la energía, esa infinita fuerza interior, el lastre de ser una generación desfigurada. Ya no trepidan de miedo, ahora el dolor es pretérito, el incesante misterio dejó de serlo.
Su sangre hierve de pasión, pasión de estar vivos; el gris de ausencia se despeja con el cielo que los acompaña, los libera de su letargo. Pueden sentirse proclives a la melancolía, pero cada paso es un silencio menos.
Su historia es la genealogía de miles que no están, sus cuerpos son el deseo de aquellos años locos.
Viven y resucitarán todo lo que les fue mitigado.
Allá van. Sin armas, con lucha; y son increíblemente hermosos. No habrá más tristeza que la falta de alguien...
Pero seguirán dando pasos.
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